En estos últimos años, fui creciendo mucho mas
rápido de lo que yo creía. En un abrir y cerrar de ojos pase de estar todo el
día en el Club al que yo amo, a estar lo justo y necesario para llevar a cabo
las actividades que ahi realizo. Es cierto que las cosas cambian, la vida
cambia y hoy en día es muy difícil vivir como se vivía hace unos años. Pero que
lindo eran esos años.
Me acuerdo que todavía no jugaba al rugby y ya
mi papa me llevaba con mis hermanos a pasar el día ahí adentro. Él ya tampoco
jugaba, las lesiones que tuvo de chico lo habían dejado lentamente fuera de
carrera, pero no había un fin de semana que no nos llevara ahí. A almorzar, a
los juegos, con una pelota, a correr, a estar, a lo que fuere. Él disfrutaba de
estar en el Club, con sus amigos, conocidos y toda la gente que fue conociendo
durante sus años como jugador ahí mismo, su gente. Siempre había con quien
charlar, que mirar, que hacer. Su infancia y juventud ahí habían sido felices,
y todo lo que el club le fue enseñando, el nos lo fue enseñando a nosotros, a
mí y a mis hermanos. Hizo lo más importante.
Con la edad nosotros empezamos a jugar al rugby
y a hacer nuestros caminos. Fuimos creciendo en ese Club, y ya empezamos a ir
por las nuestras. Me acuerdo que vivíamos ahí adentro, cuando no jugábamos o
entrenábamos, estábamos mirando rugby, jugando al fútbol o cualquier otro
deporte o juego que se les ocurra, o con amigos, o comiendo o la pileta, pero
todo era ahí adentro. Me acuerdo viendo partidos de Bochas. No se nos ocurría
irnos de ahí, y no porque no pudiéramos, éramos libres de hacer lo que
quisiéramos, pero amábamos estar ahí, y eso que con migo costo un poco mas, al
principio lloraba y no quería saber nada con el rugby y hoy 20 años después
estoy totalmente agradecido. Realmente ir al Club Atlético de San Isidro, era
como salir al patio de mi casa y cuando había que irse al final del día anda a
buscarme haber si me encontrabas.
Realmente fueron años felices, pero
lamentablemente el tiempo sigue corriendo, uno crece, y va teniendo otras
responsabilidades, y no puede pasarse la vida como un niño. Y eso también tiene
sus cosas buenas, porque de a poco la responsabilidad de que todo eso siga
pasando recae en uno que deberá seguir transmitiéndolo.
Yo sigo jugando al rugby, y dentro de todo
estoy bastante en el club, comparto mucho tiempo con muchas personas, de mi
edad, grandes, chicos, y disfruto de cada momento o trato de hacerlo. Eso no
quiere decir estar de acuerdo con todos en todo, ni poder tener momentos en que
uno es desbordado por las situaciones. Yo se que juegue o no juegue al rugby,
al club no lo cambio por nada, porque es mi casa. Esta casa, no es la misma que
era años atrás, no es la misma casa que la que vivió y me contó mi papá, pero
yo se que lo puede volver a ser y que depende de nosotros volver a hacerla y
ojo que no soy de una familia histórica del lugar, ni del club. Apenas soy la
segunda generación que tiene el placer de compartir esto.
Hoy volvía de Hindú, un club mucho más reciente
y joven que el nuestro, de entrenar la Menores de 15 con amigos y jugadores del
club y vi en ellos, al CASI de otros tiempos. Siempre escuchaba en estos
últimos años hablar a mi viejo del tremendo club que es Hindú, más allá de lo
deportivo. Y realmente no se equivocaba. Un club en constante progreso, que
constantemente busca mejorar las condiciones del club, que busca que sus socios
la pasen bien adentro del club y que tengan todo lo que necesitan a mano, y no
solo hablo del rugby, sino en todos sus aspectos. Pero además donde todos
colaboran en pos de ese progreso. Hoy volví a vivir lo que es el amor por un
club. Tengo que decirlo, me dio mucha envidia, ver como gran cantidad de
jugadores actuales de plantel superior y ex jugadores historias del club
estaban ahí y siempre están ahí, entrenando o colaborando con las divisiones
juveniles, haciendo de referee de los partidos, sin protestar y con gusto, y
después pasar por el bar del club y ver a esos mismos jugadores con sus
familias comiendo ahí y compartiendo y transmitiendo todo ese amor a las
generaciones futuras.
Hablando con uno de los entrenadores de ellos
me decía, que él, al volver del trabajo todos los días se va para el club, es
el lugar donde se desconecta de la vida diaria, descansa y se distrae y que al llegar
ahí siempre se encuentra con todo el mundo en la misma situación. Y allí
estaban nuevamente en ese lugar que compartían. Al escuchar esto, no podía
evitar pensar en aquellos tiempos en donde el CASI era eso, porque la gente
amaba estar ahí, disfrutaba de estar ahí.
El CASI era así, yo no estoy loco, yo era chico
y lo veía o mi viejo me lo contaba. Era ir al club, y ver a la gente del club,
los conocías a todos, y estaban todos. Me acuerdo de ir los domingos a almorzar
y ver a todos los jugadores o muchos, y hoy cuando volví de suerte si conocía a
dos de los diez q había. Es verdad que son clubes diferentes, la gente de Hindú
vive en el barrio, y hoy en día la gente del CASI, muchos no viven en San
Isidro por cuestiones económicas, entonces se hace mucho mas difícil estar y
pertenecer. Ellos nos copiaron y hoy son lo que son mientras que nosotros
dejamos de ser nosotros y somos lo que somos. Miraba a la gente de Hindú
comiendo y pensaba en nosotros. Hoy en día, si no es un Jueves por la noche, una de las tradiciones que aun mantenemos, o
un Sábado de partido a nadie se le ocurre ir al restaurante del club a comer.
Anda a pedir algo de noche a ver si te atienden o hay alguien en la cocina. Yo
nose si es por los precios, tampoco se como serán allá pero tampoco nadie
alienta a ir a comer y pasar el día ahí. Antes me acuerdo que había noches de
cena y cine, la gente iba, yo iba, pero iba con amigos y aprovechábamos la poca
luz que se prendía para iluminar el club y jugábamos al fútbol en la cancha de
hockey. Hoy vas de noche al club y por poco y te meten preso con la seguridad
que hay, como si hubieras entrado al área 56 de Estados Unidos.
En cuanto al rugby, las sedes han
descentralizado al club. Ir a jugar a escobar durante las divisiones inferiores
han sacado a los chicos del club. Se perdió el sentido de pertenencia del
barrio, de San Isidro. Y ahora que tenemos la suerte de que se vendió, en vez
de aprender de nuestros errores, nos vamos a ir a jugar a Benavides, otro
barrio, en otra localidad, que queda a mas de 20 km de distancia de nuestra
casa por no decir mas. El club es el club y si las canchas tienen que estar
hechas polvo y peladas por la cantidad de partidos que se juegan, que lo estén.
La vida del club es mas importante. Ya ni los hijos de los socios juegan en el
club.
Es verdad que algunas cosas se han hecho, como
la cancha de fútbol sintético, para que los que ya no juegan mas o los que aun
lo hacen en sus tiempos libres, tengan algo para hacer y un momento para
compartir con amigos, pero así debiera ser en todo. El estado de las canchas de
paddle es deplorable, y el papi fútbol, si bien cada tanto recibe algún
mantenimiento también, y ni se te ocurra ir a jugar al básquet, de suerte
quedan las estructuras de hierro de los aros. No digo que vamos a sacar
basquetbolistas o campeones nacionales de paddle pero yo he jugado y como están
hoy en día las canchas, no invitan a nada. Se caen a pedazos. La sala de
cadetes una gran iniciativa para traer de vuelta a los chicos al club, paso el
verano cerrada. Si no esta abierta en verano, cuando lo va a estar. El torneo
de fútbol mismo, paso de tener tres zonas y una gran cantidad de equipos a
formar de suerte dos zonas en la actualidad. Los sábados de fútbol podías pasar
por la cancha de hockey donde también se jugaban partidos y podías ver mas de
cien personas viendo los partidos, hasta los mozos del bar, y ni te cuento en
una final. Hoy en día de suerte va el hermano de uno a verlo, quizás la familia
si el partido es importante. Las actividades del club se han perdido. Incluso
las no deportivas. Antes la gente se pasaba el verano en la pileta, estas
explotaban de chicos y gente que iba desde las once de la mañana hasta las seis
dela tarde. Hoy la gente prefiere la pileta de su casa. Alquilar un salón para
estar con los amigos o festejar un cumpleaños es mas difícil que conseguir
fecha para tocar en el colón. Siempre esta todo ocupado hasta por lo menos tres
meses en adelante, y pensaran que bueno algo se hace, pero al pasar por los
salones te das cuenta que no hay nadie. Pareciera ser la película Luna de
Avellaneda. Tenemos un club dividido donde siempre hay disputas, donde nadie se
puede poner de acuerdo con nadie y fundamentalmente no se esta pensando en el
club que va perdiendo identidad. Va perdiendo su historia. Se han perdido
generaciones en el medio, gente que se ha desasociado, o gente con mucha
historia que ha desaparecido o la han hecho desaparecer por disputas. El
material estaba, esta y va a estar porque es un club que tiene capacidad pero
que tiene que dejar el orgullo de lado para volver a renacer y volver a generar
un sentido de pertenencia y el lugar de estar y compartir de mucha gente. Esto
va mas allá de hacer algún deporte sino de la vida social del Club. Hay que
volver al club, y el club tiene que ayudar a que la gente vuelva.



