lunes, 14 de enero de 2013

HISTORIAS DE PERROS



Historias de Perros I

Luego de explayarme en el texto anterior sobre los temores al sacar a pasear un perro, este se hizo realidad. Infelizmente iba caminando con mi perro, perdido en mi teléfono celular, cuando al levantar la vista debido al no avance conseguido por mi cuerpo note que mi perro ya estaba en posición y listo para hacer lo suyo. En eso la dueña de casa no tuvo mejor timeing que llegar con su auto azul a la casa. Dado mi desconocimiento total de los vecinos y mas aun que el auto había estacionado en la casa de al lado, no sospeche ni por un segundo que iba a ser recriminado por lo que mi mascota estaba realizando, hasta que una vez consumido el acto, yo siempre con la cabeza gacha, escucho un sutil: “¿Y la bolsa?”. Me lo tuvieron que repetir dos veces para que tomara nota que se dirigían a mí. Por supuesto y como ya lo explique anteriormente no soy de los que van con bolsa en mano. La mire fijamente y le pregunte si esa era su casa a lo que ella respondió que si por lo que no tuve mejor idea que mentirle descaradamente diciéndole que iría por una bolsa y levantaría todo después. Obviamente nunca volví y me fui a realizar otras actividades.
Al regresar a mi casa pasadas las doce de la noche, desde le auto note un bulto entre la reja y la puerta de entrada de mi casa, por lo tanto dentro de los límites de mi propiedad. No dude ni un segundo en pensar que la vecina me había obsequiado lo que mi perro le había dejado. Al leer la nota que me dejo en la puerta lo confirme, pero el daño estaba hecho. No me lo había dejado amablemente dentro de una bolsa sino que lo había arrojado con saña en un papel y estrolado contra el piso para que tuviera que hacer una fuerte limpieza e iniciando así lo que lo llamo la guerra vecinal. La bronca y el odio se apoderaron de mi pero siendo esa hora de la noche deje la contraofensiva para otro día, y ese día esta por llegarle. Porque una cosa es que me lo deje en la vereda y me la como por lo mismo que explique en el otro texto, pero arremeter contra mi propiedad no es perdonable.


Historias de Perros II

Esta historia es mucho menos ofensiva pero igual de dramática, por lo menos para mí que la padecí. Como suelo hacer estos días, ni bien llego del trabajo me dispongo a pasear a los perros. No vaya a ser que me tire cinco minutos a descansar y se hagan tres horas y después que los saque tu tía. Como es costumbre, primero saco a uno y después al otro repitiendo exactamente el mismo recorrido. Aclaro aquí que no salen juntos porque se muerden hasta las costillas si eso sucede. Para no aburrirme en los trayectos es fundamental el teléfono. Ahora lo que seguro es mas fundamental son las llaves para volver a entrar una vez afuera. Bueno en este caso, algo fallo y esto último no sucedió. Al meter la mano en el bolsillo note que estaba mas vació que Buenos Aires en la primera quincena de Enero. En ese momento, notifico a mi mente que siendo lunes, mi hermano vuelve el viernes de Brasil y mis padres el sábado de Mar del Plata, por lo que adentro de la casa no queda mas que un perro que seguramente no me abrirá la puerta. Menos mal que tenia el teléfono, ahora para que, nose, porque no creo que nadie volviera de sus vacaciones por mis desgracias y si fuera así imagínense que podría esperar una eternidad en la puerta. Como verán, si estoy escribiendo esto es porque finalmente logre entrar, pero ahí estaba yo sentado en la vereda con mi perro que me miraba con cara de “sos un entupido” pensando que hacer. Francamente tenía razón. Pero yo tenía un as bajo la manga. Por suerte a la mañana había decidido ir al laverrap. Se preguntaran que tendrá que ver esto con la historia. Bueno, yo también. Pero en un segundo esfuerzo comprendí que gracias a que había lavado la ropa es que venia la chica que plancha a mi casa justamente a plancharme las camisas para poder laburar el resto de la semana y de esta manera yo entraría a mi casa con ella. Pasaron diez, quince, veinte, etc. y no venia. Ya me empezaba a desesperar. Antiguamente cuando esto sucedía tenía dos alternativas. La opción A era subir al portón de la cochera, saltar al otro lado y quedar en el jardín de mi casa. Por lo menos ya estaba adentro. Después si encontraba alguna puerta abierta esa era otra historia. Actualmente esa opción quedo obsoleta al construir parte de la segunda planta sobre la cochera eliminando cualquier resquicio entre lo alto del portón y el techo. La opción B,  siempre me había gustado mas por el desafió que requería, aunque no creo que sea para un tipo que estaba de traje y en zapatos. Esta consistía en trepar la pared aprovisionada de huecos especialmente para llegar hasta el techo, de allí pasar a la terraza y entrar por el mosquitero faltante de la ventana abierta del cuarto de mi hermano. Actualmente ese mosquitero fue arreglado por lo que rápidamente esa opción también quedo obsoleta. Pasaban los minutos y ya me estaba petrificando en la vereda. Jadeaba más que el perro. Hasta que a lo lejos y luego de una hora la vi. Era mi salvadora. Lorena. Si, Lorena con la llave. Y aca estoy.

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