Historias
de Perros I
Luego de
explayarme en el texto anterior sobre los temores al sacar a pasear un perro,
este se hizo realidad. Infelizmente iba caminando con mi perro, perdido en mi teléfono
celular, cuando al levantar la vista debido al no avance conseguido por mi
cuerpo note que mi perro ya estaba en posición y listo para hacer lo suyo. En
eso la dueña de casa no tuvo mejor timeing que llegar con su auto azul a la
casa. Dado mi desconocimiento total de los vecinos y mas aun que el auto había
estacionado en la casa de al lado, no sospeche ni por un segundo que iba a ser
recriminado por lo que mi mascota estaba realizando, hasta que una vez
consumido el acto, yo siempre con la cabeza gacha, escucho un sutil: “¿Y la
bolsa?”. Me lo tuvieron que repetir dos veces para que tomara nota que se dirigían
a mí. Por supuesto y como ya lo explique anteriormente no soy de los que van
con bolsa en mano. La mire fijamente y le pregunte si esa era su casa a lo que
ella respondió que si por lo que no tuve mejor idea que mentirle descaradamente
diciéndole que iría por una bolsa y levantaría todo después. Obviamente nunca volví
y me fui a realizar otras actividades.
Al regresar
a mi casa pasadas las doce de la noche, desde le auto note un bulto entre la
reja y la puerta de entrada de mi casa, por lo tanto dentro de los límites de
mi propiedad. No dude ni un segundo en pensar que la vecina me había obsequiado
lo que mi perro le había dejado. Al leer la nota que me dejo en la puerta lo
confirme, pero el daño estaba hecho. No me lo había dejado amablemente dentro
de una bolsa sino que lo había arrojado con saña en un papel y estrolado contra
el piso para que tuviera que hacer una fuerte limpieza e iniciando así lo que
lo llamo la guerra vecinal. La bronca y el odio se apoderaron de mi pero siendo
esa hora de la noche deje la contraofensiva para otro día, y ese día esta por
llegarle. Porque una cosa es que me lo deje en la vereda y me la como por lo
mismo que explique en el otro texto, pero arremeter contra mi propiedad no es
perdonable.
Historias
de Perros II
Esta
historia es mucho menos ofensiva pero igual de dramática, por lo menos para mí
que la padecí. Como suelo hacer estos días, ni bien llego del trabajo me
dispongo a pasear a los perros. No vaya a ser que me tire cinco minutos a
descansar y se hagan tres horas y después que los saque tu tía. Como es
costumbre, primero saco a uno y después al otro repitiendo exactamente el mismo
recorrido. Aclaro aquí que no salen juntos porque se muerden hasta las
costillas si eso sucede. Para no aburrirme en los trayectos es fundamental el teléfono.
Ahora lo que seguro es mas fundamental son las llaves para volver a entrar una
vez afuera. Bueno en este caso, algo fallo y esto último no sucedió. Al meter
la mano en el bolsillo note que estaba mas vació que Buenos Aires en la primera
quincena de Enero. En ese momento, notifico a mi mente que siendo lunes, mi
hermano vuelve el viernes de Brasil y mis padres el sábado de Mar del Plata,
por lo que adentro de la casa no queda mas que un perro que seguramente no me abrirá
la puerta. Menos mal que tenia el teléfono, ahora para que, nose, porque no
creo que nadie volviera de sus vacaciones por mis desgracias y si fuera así imagínense
que podría esperar una eternidad en la puerta. Como verán, si estoy escribiendo
esto es porque finalmente logre entrar, pero ahí estaba yo sentado en la vereda
con mi perro que me miraba con cara de “sos un entupido” pensando que hacer. Francamente
tenía razón. Pero yo tenía un as bajo la manga. Por suerte a la mañana había decidido
ir al laverrap. Se preguntaran que tendrá que ver esto con la historia. Bueno,
yo también. Pero en un segundo esfuerzo comprendí que gracias a que había
lavado la ropa es que venia la chica que plancha a mi casa justamente a
plancharme las camisas para poder laburar el resto de la semana y de esta
manera yo entraría a mi casa con ella. Pasaron diez, quince, veinte, etc. y no
venia. Ya me empezaba a desesperar. Antiguamente cuando esto sucedía tenía dos
alternativas. La opción A era subir al portón de la cochera, saltar al otro
lado y quedar en el jardín de mi casa. Por lo menos ya estaba adentro. Después
si encontraba alguna puerta abierta esa era otra historia. Actualmente esa opción
quedo obsoleta al construir parte de la segunda planta sobre la cochera
eliminando cualquier resquicio entre lo alto del portón y el techo. La opción
B, siempre me había gustado mas por el desafió
que requería, aunque no creo que sea para un tipo que estaba de traje y en
zapatos. Esta consistía en trepar la pared aprovisionada de huecos especialmente
para llegar hasta el techo, de allí pasar a la terraza y entrar por el
mosquitero faltante de la ventana abierta del cuarto de mi hermano. Actualmente
ese mosquitero fue arreglado por lo que rápidamente esa opción también quedo
obsoleta. Pasaban los minutos y ya me estaba petrificando en la vereda. Jadeaba
más que el perro. Hasta que a lo lejos y luego de una hora la vi. Era mi
salvadora. Lorena. Si, Lorena con la llave. Y aca estoy.
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