En la vida hay distintos tipos de bancos. Unos sirven para
sentarse, como en las plazas, colegios, clubes y otros sirven para tener la
plata y pagar impuestos. Dentro de estos últimos hay que saber que hay bancos y
bancos. Algunos hacen que los tramiten sean amenos, pero otros como el
Provincia o el Nación todo lo contrario. Y justamente al Nación hare referencia
al contar esta historia.
No hay nada mas cruel en el trabajo de todos los días que
llegar a la oficina y tomar conciencia de que hay que pagar impuestos que
solamente son cobrados por el Banco Nación. Uno ya de antemano sabe que perderá
mucho tiempo allí adentro, pero ni se imagina el tiempo que yo estuve.
Precavido me lleve un libro a estrenar para leer hasta mi atención. Al llegar ahí, me aproximé al expendedor de números
para tomar el número correspondiente. 049. Inmediatamente mire el marcador para
ver cuantas personas me faltaban para ser llamado, imaginando no más de 50.
Bueno en realidad eran 150. Volviendo al banco en si, este no era muy grande,
digamos que tiene unos cinco por diez metros y cuatro cajas de atención que
siempre se reducen a dos. Notaran que es muy grande como para tener un personal
completo. Las diminutas ocho filas de sillas estaban completas a excepción de
dos lugares q eran inaccesible para cualquier ser humano ya que habría q pasar
por arriba de quince personas que si no dormían, escribían o leían. Había que
hacer un boquete en la pared desde el otro lado para no joder a nadie y poder
sentarse. Ahora si, a diferencia de otros bancos, este posee un hall afuera mas
amplio donde corre el aire, es mas cómodo pero carece de cualquier lugar para
sentarse a excepción de unas macetas, pero se puede estar con el celular.
Imaginan que antes de comenzar mi lectura intensiva, habré roto dos mil
ladrillitos con el juego del telefonito, el Brick Breaker. Al llegar a la hoja
70 aproximadamente de mi libro nuevo, me asome a ver cuantos números me faltaban
esperando encontrarme con no más de 30. Para mi incredulidad, tan solo habían avanzado
unos doce números. Es mas dudaba seriamente de si el llamador no iba en cuenta
regresiva o yo había mirado mal. Pero no, nada de eso. Simplemente había avanzado
casi nada siendo la una de la tarde. Claro ustedes creerán que el numerador
arranca de cero, pero los que están un poco más cancheros saben que en el número
que frena el día anterior, es en el número que arranca al siguiente. Este habría
arrancado en el novecientos y pico. Yo para esa hora ya tenia un hambre que me
taladraba el estomago por lo que estando a dos cuadras de la oficina decidí
volver a almorzar, hacer la digestión tranquilamente y sentado y volver mas
tarde.
A las dos de la tarde regrese al banco esperando encontrar
una gran cercanía a mi número, pero nuevamente estaba equivocado. 997. Faltaban
poco más de 50. Esta vez me senté a leer en una silla dentro del banco.
Generalmente ni me percato de lo que
habla la gente, estoy en un mundo paralelo donde solo escucho lo que pienso.
Pero habrá sido una palabra o un conjunto de ellas que me llamo la atención
para escuchar lo que allí se decía. Aparentemente todo el mundo estaba pagando lo mismo, y hace
dos días que el Nación no tenía sistema, por lo que toda Argentina se
encontraba en el día de la fecha en esos bancos ya que al día siguiente vencían
los impuestos. Pero lo más importante sin duda, fue que escuche que no se podía
pagar con cheques porque estos se acreditaban a las 48 horas y como ya dije el
plazo de pago vencía en 24 por lo que era imposible. Y como se imaginaran yo no
andaba con efectivo. Por suerte para mi atención todavía faltaba bastante por
lo que tuve tiempo de volver a la oficina cambiar los cheques por efectivo,
hacer un par de cosas que tenía pendientes y volver al banco. Volví a llegar
tres menos veinte y me senté en el primer lugar que encontré pensando en la cercanía
de las tres de la tarde, hora en que todos los bancos cierran y el malón de
personas que se encontraba en el hall ingresaría y se quedarían de pie
amontonados. Por suerte estaba en primera fila y podía estirar los pies a mi
antojo. Tome el libro y continué leyendo pero menos metido y mas atento a lo
que pasaba a mi alrededor previamente observando el marcador que ahora decía 009.
Al ratito nomas la cosa se empezó a tornar misteriosamente
divertida. Automáticamente pospuse la lectura y me puse a escuchar cuando una
persona que tenia el numero 119, le pregunto, mas a modo de afirmación que de
pregunta al guardia de seguridad, si el 1 era como el 0 creyendo que ya le
faltaba poco y nada. Al caer en noticia de que no era así y todavía le faltaban
una eternidad exclamo: “A me estas cargando. No puede ser.” Lo que causo una
carcajada general. Mas todavía cuando el individuo se dio vuelta al público y
sostuvo: “Ah, soy el hazme reír encima.” Indignado se fue del banco.
A las tres de la tarde como era previsto, sucedió lo que debía
suceder. Todos adentro amontonados, puerta cerrada cual presos en condiciones
inhumanas. Muchos ya agotados, otros desmayados y porque no alguno babeándose
en el quinto sueño. Yo ya estaba un poco mas tranquilo porque me faltaban tan
solo veinte números y estaba sentado. La gente un poco mas tensa ya había
tenido un par de encontronazos con los de seguridad porque les prohibían sentarse
en el piso, porque dificultaban el paso. Vaya a saber uno de quien si no se movía
nadie allí. Me puse a pensar que podría haber ido a otra sucursal o incluso al
central que es más grande y hay más cajas. Ya me estaba agrediendo verbalmente para
mis adentros por la mala decisión, cuando alguien informo que venia del central
y era peor. Tome aire y me alegre. Uno a veces se alegra de las desgracias ajenas
más que de las gracias propias. En eso, sonó un teléfono, y como venía la mano
quien te iba a mandar a hablar afuera. La persona mantuvo una charla corta y
aseguro que devolvería la llamada ni bien saliera del banco en un hora, cuando
de pronto de fondo se escucha una vos aguda y graciosa decir: “Me parece que un
poco mas también” lo que genero la segunda carcajada general. Después de eso me
puse a pensar en la señora que se había aproximado al banco a eso de las 12 del
mediodía con un chico con lo que creo yo y sin discriminar el síndrome de down,
y vieron que uno cuando esta un poco arto es malo. Me preguntaba si no lo habría
llevado a propósito para que la dejaran pasar primero. ¿Realmente había necesidad
de llevarlo? ¿Por qué no me traje unas muletas? Y toda esa clase de cosas.
Ya próximo a ser atendido viví el ultimo acto que me pareció
genial y muy ocurrente lo que causo mas risas. Una señora que tenía el número
145 decidió retirarse, pero ni sin antes ofrecer su número a viva voz a alguien
q tuviera otro más alto. Instantáneamente comenzó un mano a mano de números a
los gritos pero en buenos términos. “¿Quien quiere el 157?, ¿El 175?, ¿182?,
¿199?, ¿236?, ¿251?” a lo que alguien se paro y pronuncio el chiste adecuado. “LINEA”
(en referencia al bingo como si se encontrara en el medio de una partida y se están
extrayendo los números).
Luego de eso, por fin fui atendido. 049. Cuatro de la tarde.
Cinco horas de cola para estar tan solo un minuto en la caja realizando el
pago. Al salir, mire el extractor de números para ver cuánta gente faltaba
realmente. Me impresione. 307. Evidentemente allí no había tal cantidad de
personas pero el que tuviera ese número o el último realmente ahí presente
debería esperar una eternidad, por no decir acampar y dormir dentro del banco
hasta el otro día. Por suerte no era mi caso.
Hoy pase por la puerta de otro Nación que al no tener el
sistema de números, la gente se organiza en una cola. Bueno la cola de este
banco ubicado en la calle Lavalle esquina con Florida llegaba por la misma
calle Lavalle hasta su intersección con Reconquista, es decir 2 cuadras
después. Por suerte mi pago ya estaba realizado.

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