La mañana arranca en apariencia
como tantas otras. Un despertador que suena y una cara desdibujada que se
levanta en dirección a la ducha para revivir. Luego de aseado, cambiado y
desayunado, el hombre parte a la estación de tren con teléfono en mano, esperando
algún mensaje salvador que le evite el transporte público que tanto odia. Sabe
que allí puede encontrar la muerte en cualquier momento debido a los
sistemáticos antecedentes que se acumulan. En la estación y luego de avistar a
personas las cuales hubiera preferido evitar, entra en pánico. El saludo y la
posterior charla insostenible es inminente. En eso, el milagro es un hecho. La
mano vibra y un mensaje de su jefe parece solucionar todo. “9:20 salgo x
libertador” Luego de sortear la incomodidad absoluta, el hombre se alivia en
dirección al punto acordado en que será recogido para ir a trabajar. La travesía
en el transporte público parece ser relegada para otro día en que se encuentre
con más ganas de jugarse la vida. Pero la vida no esta preparada para que un
individuo, ni siquiera este, tenga la tranquilidad de la comodidad y facilidad.
Viajar en auto cree que lo pondrá a resguardo de cualquier vicisitud. Luego de
discusiones interminables sobre si era roja o no al brasilero que la saco con
la mano en la línea cuando era gol y de inventarse una infinidad de
reglamentaciones para justificar la postura de cada uno, la noticia de un caos
vehicular en capital federal trata de poner en alerta al conductor. Quien
considerado amo y señor de las calles por él mismo comenzaba a preparar sus maniobras
de evasión tan primitivas como eficientes. La cola en el peaje de pago manual
de la autopista no era mas que una chispa para encender la llama de la impaciencia
en ellos. Bastaron segundos para que en una maniobra, el hombre al volante
enfilara al carril de pase y se chupara detrás de otro vehiculo pasando por
alto el pago y evitando así cualquier demora. El escenario venidero no sería el
mejor. Ambas salidas colapsaban de autos y la seleccionada no tenia
escapatoria. Es por eso, que luego de hacerse a un lado con balizas y
retroceder marcha atrás esquivando camiones, volvieron al punto de partida para
tomar la otra opción, que como tampoco parecía conveniente, se decidieron por
cometer una nueva infracción, confeccionado la famosa vuelta en U entre los
conos del peaje para tomar la otra mano y pasar nuevamente por la cabina, pero
esta vez pagando. Una vez escapados del embotellamiento y en dirección opuesta
al destino final, pero con nuevas alternativas por delante, optaron por tomar
una calle la cual consideraban infalible. Lo que no tomaron en consideración
era que para acceder a la misma debían hacerlo por la mano opuesta. Luego de
tantas infracciones realizadas, esta no seria un impedimento mayor. La luz roja
pareció no detenerlos en el giro. Y frenando a los autos que los enfrentaban con
ademanes ampulosos por las ventanas lograron tomaron la calle, la cual los
llevaría a destino. Las siguientes señales rojas serian un juego de niños para
ellos.
Luego de tal supervivencia el
hombre reflexiona si es mejor el auto o el transporte público. Ya sabe q puede
vivir una aventura extraordinaria en ambos y que un día cualquiera alguno lo
matara, aunque sea de un infarto.
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