Ir a la cancha no es algo simple. Sino todo lo contrario. Uno debe prepararse con antelación para concurrir a este espectáculo deportivo. Están los cabuleros. Los cuales tienen un ritual especifico vinculado con la vestimenta q va a usar, lo que va a hacer, donde dejara el auto y se sentara. Hasta como pondrá las piernas, los brazos e incluso hasta cuando respirar. Por otro lado están los que se ponen lo primero que encuentran y salen sin perder tiempo.
Una vez allí, uno debe sortear, sobre todo de visitante, una serie de controles policiales donde es tratado como un posible asesino en serie que en cualquier momento matara al que tiene a su lado como si fuera el lugar ideal para hacerlo. En este ínterin, se pierden preciados minutos que provocaran que al ingresar a al cancha uno se sienta el ultimo en estar allí. Si se tiene la suerte de ser plateista o incluso estar en una ubicación de mas respeto se ubicara rápida y cómodamente a su antojo. Si su acceso es a la popular. Ubicarse será tan difícil como subirse al tren en hora pico. Ya dentro del sector, empezara a abrirse camino a codazo limpio, al pedido de permiso y sin reparar en la integridad del otro. Y nunca jamás deberá cometer el error de mirar a la cara al público, de lo contrario su paso será cerrado indefectiblemente rebajándolo a tomar otra ruta alternativa. Preferentemente hacer esto con anteojos oscuros o alguna gorra que tape sus ojos. Si carece de dichos elementos, es conveniente fijar su vista en algún horizonte lejano e inexistente. Una vez seleccionado el lugar donde disfrutara, si así se lo puede llamar, el espectáculo, comenzara una desgastante lucha por acomodar su cuerpo y quedar siempre mejor posicionado que quienes están a su lado. Esto, requiere de una gran hablididad y persistencia, que consiste en nunca dejar de incomodar al otro para que estos se muevan y usted pueda aprovechar ese espacio. Si se demuestra debilidad, quedara relegado a la segunda fila del escalón, mirando el partido entre cabezas, e incluso su posición será tal que el cuello le requerirá total circunferencia de maniobra produciendo semejante dolor que uno se replanteara volver a la cancha.
Una vez allí, uno debe sortear, sobre todo de visitante, una serie de controles policiales donde es tratado como un posible asesino en serie que en cualquier momento matara al que tiene a su lado como si fuera el lugar ideal para hacerlo. En este ínterin, se pierden preciados minutos que provocaran que al ingresar a al cancha uno se sienta el ultimo en estar allí. Si se tiene la suerte de ser plateista o incluso estar en una ubicación de mas respeto se ubicara rápida y cómodamente a su antojo. Si su acceso es a la popular. Ubicarse será tan difícil como subirse al tren en hora pico. Ya dentro del sector, empezara a abrirse camino a codazo limpio, al pedido de permiso y sin reparar en la integridad del otro. Y nunca jamás deberá cometer el error de mirar a la cara al público, de lo contrario su paso será cerrado indefectiblemente rebajándolo a tomar otra ruta alternativa. Preferentemente hacer esto con anteojos oscuros o alguna gorra que tape sus ojos. Si carece de dichos elementos, es conveniente fijar su vista en algún horizonte lejano e inexistente. Una vez seleccionado el lugar donde disfrutara, si así se lo puede llamar, el espectáculo, comenzara una desgastante lucha por acomodar su cuerpo y quedar siempre mejor posicionado que quienes están a su lado. Esto, requiere de una gran hablididad y persistencia, que consiste en nunca dejar de incomodar al otro para que estos se muevan y usted pueda aprovechar ese espacio. Si se demuestra debilidad, quedara relegado a la segunda fila del escalón, mirando el partido entre cabezas, e incluso su posición será tal que el cuello le requerirá total circunferencia de maniobra produciendo semejante dolor que uno se replanteara volver a la cancha.
En la popular uno debe tener cierta noción de espacio, y de rapidez mental al entrar para saber donde se ubicara la barra brava para que esta, no interfiera la visión entre usted y el partido. Fallar en este punto puede ser vital para su estadía en la cancha. Teniendo como consecuencias, llevar banderas, cantar en todo momento al grito de “canten putos o los meamos a todos” y poder disfrutar únicamente de la subida del lateral izquierdo al área rival ya que es el único sector de cancha accesible a la vista.
Una vez sorteados todos estos inconvenientes, usted creerá que lo peor quedo atrás.
En la cancha , uno va a expresarse, a descargar toda la semana que lleva a cuestas. Lo que le ha pasado y lo que le va a pasar. Si las cosas no fueron como uno esperaba incluso será peor. Si su equipo jugara bien y ganara por goleada, disfrutara del espectáculo. De lo contrario. A los 5 minutos comenzará la irritación, el descontento y la bronca. La furia no se hará esperar y los insultos empezaran a caer tribuna abajo contra quien sea. El arbitro que cobro un foul inexistente del dos ante esa mirada enrabiada pero que casi quiebra de una patada al rival. Al delantero que desborda y tira el centro por detrás del arco. Al cinco, que cada pase que da, es al contrario... Uno siente que la ira lo invade y que convertirse en Hulk es cuestión de momentos. Se le pasara por la cabeza no menos de diez veces, arrojar cuanto objeto contundente encuentre a la vista. Desde zapatillas, y el tarro de mostaza hasta el celular o una muleta de algún discapacitado que se encuentra en el escalón de abajo que no tendrá mas remedio que arrojar la otra.
El entretiempo puede agarrar a uno desconsolado, vencido, con la mirada perdida en algún hecho de la platea que lo distrae y altera. Para cualquier persona que se encuentra sentada seria una gran decepción. Pero para quien se encuentra en la popular, donde no cabe ni un alfiler, esto seria el mismísimo infierno. Acumulandos 45 minutos de desgaste físico y mental, y a la espera de que alguno se desentienda y sea desplazado seis escalones mas abajo, uno debe seguir resistiendo los embates del publico por acomodarse en una mejor posición para el segundo tiempo. Hasta aquí el agotamiento es total, pero nunca se puede dar el brazo a torcer. Si en la segunda mitad, las cosas cambian, todo el esfuerzo realizado habrá sido un triunfo propio. De lo contrario uno se desvanecerá en un mar de penas y se replanteara volver a asistir a tal evento perjurando que jamás volverá a una cancha, sabiendo que el próximo fin de semana seguirá estoicamente ahí parado cual soldado en la guerra.
A esta altura del partido, y casi dos horas después, los niveles de estrés son desorbitantes. Donde los insultos, al por mayor, ya son para todos. Incluso a madres, abuelas, y cualquier familiar tanto de jugadores como árbitros, jueces de línea, técnicos y dirigentes.
Una vez terminado el partido, con el triunfo consumado, uno se relaja pero no deja de comentar toda situación de partido para bien o para mal. El peor escenario sucederá si tu equipo callo derrotado. Aquí, no hay peros q valgan. Uno se ira sin hablar, incluso seguirá insultando por lo bajo y no emitirá sonido alguno hasta que crea conveniente. Se le habrá arruinado la semana por venir y nada le vendrá bien. Esto, para cualquier espectador es terrible, pero para el hincha que se encuentra en la popular local es la muerte. Padecerá las mismas desgracias y mas. Porque mientras ve como toda el estadio es abandonado, este todavía debe esperar en la tribuna hasta la total desconcentración de la parcialidad visitante.
Es por eso que ir a la cancha, no es nada sencillo. No solo son los jugadores los que dejan o aparentan dejar todo. El espectador, el verdadero hincha, realmente también lo hace. Y lo único que uno espera en esas tres horas es que su equipo le de una alegría para hacer valer todo lo que se hizo y se entrego por estar ahí viéndolos jugar.
Para escribir esta breve reseña me inspiré en el siguiente audio.
http://www.youtube.com/watch?v=jSQdyl65GK4
No hay comentarios:
Publicar un comentario