lunes, 29 de octubre de 2012

El Superclasico (sin análisis)


Volvió el clásico, volvió la alegría, la adrenalina, la locura, el entusiasmo y la emoción. Lo que no volvió fue el fútbol.
Volver a vivir y sentir todo lo que genera un partido de tal magnitud en la previa, donde se juegan tantas cosas es algo que no tiene comparación con nada en la vida. Ya desde el día antes, la semana antes, se va preparando el terreno para el partido. Gastadas, promesas, discusiones, apuestas y tantas otras cosas que le dan un condimento especial a los hechos. Esto es un clásico, esto es el Boca – River, River – Boca, el folclore del fútbol. Tuvimos que esperar más de un año para revivirlo. Se hizo esperar, pero valió la pena y bienvenido sea.
Nada tiene que ver con esto los disturbios de las barra bravas, la impunidad con la que ingresan a la cancha y la inoperancia de los controles de seguridad que se hacen rigurosos para los hinchas comunes, pero cuando les toca a estos individuos, misteriosamente desaparecen y dan vía libre para su ingreso al estadio y posteriores actos bochornosos de violencia.
Pero volviendo al tema y al superclásico en si, no deja de ser el partido que más gente mueve y más estados de ánimo cambia. Para Boca, era el partido para terminar de humillar a los de River, para que no volvieran a poner un pie en la calle y les diera vergüenza el simple hecho de ser. En cambio para los de River, era el momento de poner aunque sea por un rato, fin a las interminables gastadas por el descenso, el momento de demostrar que estaban por encima del eterno rival, que eran mejores y que lo de la B era tan solo algo del pasado y así, hundir a Boca aun mas en la crisis que esta viviendo. Y parecía que esta vez sería así, porque toda esa espera de angustia acumulada soltó su euforia antes de los dos minutos tras un grosero error del arquero de Boca, y que luego, sumado a un pésimo funcionamiento del equipo visitante los llevaría al 2 a 0 a tan solo quince minutos del final, quitando toda posibilidad de reacción. Pero parecía nada más, porque si bien Boca no jugaba nada bien, River no era mucho mejor. Y cuando algo es tan malo, es tan malo para todos. Y por eso vino el descuento de penal. Para poner en suspenso a todos, a vivos y muertos. La alegría de la gente millonaria que era infinita rápidamente se palideció. Aparecieron las dudas  y los fantasmas. No estaban equivocados en temer lo peor. Y lo peor que les podía pasar, les sucedió. A falta de nada por jugar y en tiempo de descuento Boca empato y enmudeció a todo un estadio condenando a todo River a una angustia sin igual que dejaba las cosas en su lugar y como aparentemente debían ser. Los que estaban eufóricos y fuera de si, ahora eran los Xeneizes. Ojo no es que festejaran empatar un partido como dicen los resentidos, sino que festejaban más que eso. Porque empatar no se festeja, pero venir perdiendo por dos goles, contra el clásico rival y pensar que lo perdes y en la última llegas a la igualdad y los ves desmoronarse y ahogarse en la tristeza absoluta, en la incredulidad de los hechos, la bronca y el fastidio, si. A veces da mucho mas placer la desgracia ajena que la gracia propia.
Todo esto que sucedió genera un clásico. Y no termina ahí, porque después vienen el análisis de quien lo perdió, quien lo gano, quien se equivoco y lleva a mas discusiones y gastadas. Y cuando parece que ya todo terminó, en realidad recién empieza. El fútbol es así y por suerte tenemos este partido. Esta vez nadie lo gano. Pero sin duda unos quedaron peor que otros. Y unos festejaran más que otros.

Otro será el momento de analizar los porqués...

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